Iré más allá.
Cuando no tenga ganas de amar,
cuando no quiera romper mi comodidad,
cuando rechace al hermano que me pide,
he de ir más allá.
Cuando no tenga deseos de orar,
cuando me niegue a cantar,
cuando no tenga fuerzas para celebrar,
he de ir más allá.
Cuando esté desanimado y me falte la alegría,
cuando la angustia me tenga aprisionado,
cuando me sienta fracasado y desencantado,
he de ir más allá.
Cuando la pereza me deje atrapado,
cuando el aire que respire lo sienta contaminado,
cuando el pesimismo de mí se haya apoderado,
he de ir más allá.
Sí, Jesús, he de ir más allá,
he de perdonar más,
he de amar más,
he de orar más,
he de alegrarme más,
he de darme y entregarme más,
porque en ese «más» está la vida,
la fuerza que procede de Dios,
la fuente de la esperanza,
el esfuerzo de los débiles,
la acción de nuestro Dios
que viene a transformarlo todo.
Si voy más allá todo cambia,
si no voy más allá todo muere,
con tu gracia, Señor, siempre iré más allá.
Iré más allá de mí al encuentro con mi hermano,
iré más allá de mí y me encontraré con Dios,
iré más allá de esta tierra
y me encontraré con mi Madre del Cielo,
que fue más allá
para alcanzar el más allá donde reina Dios.
Siempre iré más allá.
P. Lázaro Albar
