De la búsqueda al despertar espiritual.
¡Dios mío, cuánto te amo!
De día y de noche te busco,
mi amor no lo puedo contener,
tengo sed de ti,
eres el Todo de mi vida.
Cuando estoy en plena naturaleza,
mi alma se ensancha,
la belleza de tu creación
me eleva a la belleza de tu Ser,
entonces mi corazón se transfigura
porque veo que estás en mí.
¿Dónde estás mi Dios?
Te busco por las calles, por las plazas,
por los pueblos y ciudades,
por rincones, casas y hogares,
en la soledad y en la comunidad,
en el cielo y en la tierra.
Te busco con el corazón
porque no quiero perderte,
te busco con todas mis fuerzas
aun cuando éstas me flaquean,
te busco con toda mi alma
porque qué sería de mí sin Ti.
Mi Dios, Señor de la Palabra y del Silencio,
de la Vida y de la Muerte,
de la lluvia y del viento,
de los pobres y desvalidos,
de los que sufren y padecen,
de los que ríen y se alegran,
Dios de Todo y de todos,
¿dónde estás porque te busco?
Un día entré dentro de mí,
hice silencio sobrecogedor,
en recogimiento pasivo y adoración
invoqué al Espíritu de Dios,
abrí las puertas del corazón
y como una paloma descendió sobre mí
el Espíritu Santificador.
Un día inolvidable dejé de ser yo
para ser sólo de Dios, desperté al amor,
despertó mi espíritu para realizar el sueño de Dios.
Ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí,
ahora las manos de Dios, Cristo y el Santo Espíritu,
me llevan en sus manos por los caminos del Señor
al encuentro del Padre Dios
donde está la Vida y la plenitud,
donde el amor se hace eterno
y la vida Paraíso con Dios.
No estoy solo, vivo en la Santísima Trinidad,
con María y los santos, donde reina la paz y el amor,
aquí en la tierra y un día para siempre
en el Corazón de Dios. Amén.
P. Lázaro Albar